lunes, 31 de agosto de 2009

El llanto de uno, el dolor de millones

Por Claudio Sebastián Pronesti


“Me cortaron las piernas” dijo, sentado frente a una pequeña mesa de vidrio y ante las cámaras de Canal 13, que retrataban cómo los ojos de un hombre hacían llorar a millones de otros hombres – y también mujeres – a miles de kilómetros de distancia.

No le hizo falta utilizar palabras bellas ni oraciones repletas de poesía. Su verba siempre había estado más ligada a lo popular que al buen castellano que muchos le reclamaban, en sus dichos y en su forma, en su andar arrogante de pecho inflado que lo hizo llegar – talento mediante - a lo más alto del deporte más jugado y comentado del mundo.

Entre los sucesos más importantes de aquél año 1994, pueden destacarse la Reforma Constitucional que le permitió – un año más tarde - la reelección al por entones presidente Carlos Menem, el atentado a la sede de la AMIA que dejó un saldo de 85 muertos y los campeonatos obtenidos por Independiente y River Plate en el fútbol doméstico.

Pero sin dudas, aquella imagen de Diego Maradona tras conocerse la sanción por doping positivo que lo dejaba afuera del Mundial de Fútbol de los Estados Unidos, quedó grabada a fuego en la memoria de todos los argentinos. Días antes, tras el triunfo ante Nigeria por 2 a 1, el Diez se había retirado exultante hacia una (¿azarosa?) prueba de doping que lo tuvo como protagonista, llevado de la mano por una ignota enfermera rubia que tras miles de repeticiones televisivas, quedó en la historia del deporte argentino.

“Se detectó efedrina, norefedrina, seudoefedrina, norseudoefedrina y metaefedrina, cinco sustancias químicas que tienen efectos estimulantes, y ayudan a perder peso, en el control antidoping a Diego Armando Maradona, tras el partido contra Nigeria”, fueron las palabras del vocero de la F.I.F.A., y aunque se intentó una defensa del astro, no hubo caso: Diego afuera del Mundial, 18 meses de suspensión y el equipo de Basile se quedó sin su capitán.

Días después, la Selección Argentina cayó 3 a 2 frente a Rumania por los Octavos de Final, dejando la sensación de que estaba para más, que era superior a todos los demás, pero claro, si dentro de la cancha estaba Maradona. Sin Pelusa, se acabó el Mundial, que fue ganado posteriormente por un Brasil opaco que no desplegó nada de magia.

Fue la última imagen oficial de Diego con la albiceleste. Atrás quedaba un glorioso pasado como Campeón Mundial Juvenil en Japón 1979, la Mano de Dios y el gol de los sueños en la mítica Copa del Mundo de México 1986 con Bilardo y Cía., la convocatoria de Basile para el repechaje clasificatorio ante Australia cuando el Diez estaba más cerca del retiro que de las canchas, y la estampa de mejor jugador de todos los tiempos.

Los años noventa marcaron, entre muchas otras cosas, el final de la carrera profesional de Diego Armando Maradona en la selección argentina, y sin dudas, aquél 1994 quedará grabado para siempre en la memoria de un pueblo futbolero que fue testigo y lloró, frente al televisor de turno, por la caída del héroe de Villa Fiorito, en un día de piernas cortadas y corazones rotos.

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